CRONOS

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En 1960, un descubrimiento inesperado sacudió el terreno de lo que hoy conocemos como San Antonio del Mar, en Tijuana. Durante unas excavaciones, los trabajadores encontraron huesos enormes que desataron especulaciones entre quienes los vieron por primera vez.  

¿Era una criatura apocalíptica? ¿Un vestigio de tiempos remotos? Lo que parecía un hallazgo casi fantástico resultó ser algo igual de asombroso: los restos de un mastodonte, un coloso prehistórico que alguna vez caminó por estas tierras.   

La responsabilidad de rescatar este tesoro natural recayó en un grupo de estudiantes de la Facultad de Ciencias Marinas de la Universidad Autónoma de Baja California. Encabezados por el entusiasmo y la visión del maestro Rubén Vizcaíno Valencia, estos jóvenes se enfrentaron a un reto monumental.  

Entre ellos, Luis Gustavo Álvarez Sánchez recuerda con detalle las largas jornadas de excavación y estudio, así como la emoción de saber que estaban tocando un fragmento de historia que había estado enterrado por miles de años.   

Sin embargo, la historia del mastodonte de Tijuana no está completa. A pesar del esfuerzo inicial, el proyecto quedó inconcluso y los restos de este gigante aún esperan un lugar digno donde puedan ser exhibidos y valorados.  

En este capítulo no solo exploramos un descubrimiento fascinante, sino que también abrimos el paso a reflexionar sobre la importancia de preservar nuestra historia y darle el espacio que merece en la memoria colectiva.   

El mastodonte de Tijuana sigue siendo un testigo silencioso del pasado, esperando que su historia sea retomada y contada a las nuevas generaciones. ¿No es hora de darle voz a este gigante olvidado?

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